lunes, 4 de febrero de 2013

EL VIAJE A…. ¿NINGUNA PARTE?

La mayoría de los países conoce, profundiza, no olvida y se sienten tremendamente orgullosos de su Cultura, Latina-Mediterránea-Ibérica, por la que somos admirados en el resto de los países de habla no hispana. Los niños de los 70, con una despedida al Franquismo y creciendo en una esperanzadora transición, creciendo entre la televisión y los juegos “de toda la vida”; pudimos disfrutar desde nuestra infancia de una Cultura Artística que forma parte de nuestra Historia, y que como tal tenemos la obligación, el orgullo y el placer de dar a conocer.
Las Artes Escénicas Españolas son reconocidas en el resto del Mundo. Pero para llegar a este punto, hubo en este país muchísimas personas que se dedicaban (de una u otra manera) a sentar firmemente las “Bases del Éxito Actual” de nuestras Artes. ¿Podremos olvidarlos? Desgraciadamente, muchos ya lo han hecho. Sin embargo a pesar del detrimento de “Las Letras” en beneficio de “las Ciencias”, hoy en nuestras Universidades, como en el actual Grado de Lengua y Literatura Españolas, podemos especializarnos en “Cine, Teatro y Televisión”. Y entre los estudiosos del cerebro humano, no existe una única inteligencia. Junto a la inteligencia emocional y otras clasificaciones se reconoce la inteligencia artística.
En este país, utilizando el cine, se nos ha contado varias veces la experiencia de los “CÓMICOS DE LA LEGUA”. Juan Antonio Bardem en su película “Cómicos” de 1954 , nos relata este mundo tan conocido y vivido por él mismo. Porque Juan Antonio Bardem pertenece a una de las dos sagas más antiguas de las Artes Escénicas Españolas, junto con la Saga Gutiérrez-Caba-Alba. Mucho más tarde otro miembro de otra famosa saga, en este caso del mundo del circo, Emilio Aragón dirigió “Pájaros de papel” (2010). Entre medias, de estas dos películas otras como la exitosa “Ay, Carmela”,
en 1990 también reflejaba la vida y peripecias de los Cómicos, este caso durante la guerra civil española
. Pero fue Fernando Fernán-Gómez, amigo desde muy joven de Juan Antonio Bardem, quien recuperó aquellos Cómicos de su Amigo y escribió una maravillosa novela en 1985 que después llevaría al cine en 1986 con gran éxito: “El viaje a ninguna parte”. En este caso también contó con un elenco de actores que, algunos, habían sido esos Cómicos corredores de caminos y que reinterpretaron su propia historia.
Aquellos Cómicos que pasaban necesidades, que intentaban sacar a sus familias adelante, y que a la vez habían iniciado un viaje sin retorno al elegir esta profesión, al seguir su vocación. Unos iniciaron este viaje, como en el caso de Pilar y Juan Antonio Bardem Muñoz en la barriga de su madre; otros lo iniciaron siendo aun niños, como en el caso de las tres hermanas pequeñas Muñoz Sampedro: Guadalupe, Mercedes y Matilde. Otros comenzaron este viaje siendo unos jovencitos y con la incomprensión de la familia, que llegaban a cortar relaciones con ellos y echarles de casa, como fue el caso de Manuel Soto. ¿ A dónde se dirigían? Es cierto que a ninguna parte en concreto, su viaje era interminable y en muchos casos un actor nunca salía ni sale de pobre y pocos llegaban y llegan a ser reconocidos. Muchas veces los Cómicos sabían sus próximas paradas, otras iban surgiendo. Pero como decía José Saramago, y en el caso de los cómicos quizás es aún más cierto: “El viaje no termina jamás, sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración,… El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje.” Así, estos dos Grandes Genios, Fernando Fernán-Gómez y José Saramago, ejemplo de nuestra valiosísima cultura Ibérica, nos responden a la pregunta inicial, al título de la novela de Fernán-Gómez. Aquellos cómicos llevaban un equipaje cargado de Cultura. Sus baúles, en los que cada uno debía llevar y conseguirse su propia ropa adecuada para interpretar distintos papeles, eran solamente parte de su equipaje. En sus mentes y con la presencia de un personaje fundamental: el apuntador; llevaban día tras día las obras de Jardiel Poncela y Mihura que dominaban el humor como nadie; Carlos Arniches, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, Francisco Serrano Anguita, Anselmo C. Carreño, José Fernández del Villar, Pedro Muñoz Seca, representaban la mejor vertiente de un teatro popular no exento de gran calidad; no podemos olvidar a Valle-Inclán y Lorca, cuyas obras cual lecciones magistrales aún están siendo asimiladas; Delibes, Buero Vallejo, Echegaray, Galdós, Unamuno, Azorín, Blasco Ibáñez, Marquina, Francisco Villaespesa, Joaquín Dicenta; mientras que Jacinto Benavente, Gregorio Martínez Sierra, Casona, son autores de una comedia burguesa (tal era su público) y estructuran sus obras para aportar “con amabilidad” sus puntos de vista y crítica hacia lo burgués….. Nuestro “Cómicos de la Legua” las llevan a rincones de toda España, hecho que no ocurre en la actualidad. El teatro, entonces, cuando aún no existía la televisión y apenas el cine; el teatro en una España analfabeta, donde pocos sabían de política, de estafas, de intrigas,…., donde el miedo era casi el mismo para todos: el hambre, la salud, la familia y la muerte. En aquella España distinta, el teatro también lo era. Era totalmente distinto, y a la vez…la misma sensación al subirse a unas “tablas”. Agallas se necesitaban. La incertidumbre de un salario y los viajes era el pan nuestro de cada día de los Cómicos y de los pobres. La “suerte” de un Cómico era engancharse a una buena compañía de provincias, de más renombre posible para asegurar viaje durante toda la temporada, y llegar a lo más alto: los teatros madrileños. Poder debutar en la capital y establecer un tiempo, a poder ser meses, a la Familia.

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